México; Anatomía de la Corrupción, es un estudio muy bien elaborado por su autora, María Amparo Casar. El texto, de 64 páginas es profundo e integral, con índices, indicadores y mediciones sobre la frecuencia de la corrupción en México, lo mismo que sus causas y efectos. Comienza con mencionar que todos convivimos con la corrupción a diario: en los litros de gasolina de 900 ml., en la herencia de plazas magisteriales, en la privatización de la vía pública a cambio de una cuota, en el diezmo solicitado para canalizar recursos a algún municipio o en la asignación de obra que debió ser licitada. La corrupción nos acompaña todos los días, y el oxígeno que le permite sobrevivir e gozar de cabal salud se llama impunidad. 95% de los delitos relativos a la corrupción permanecen impunes. Cifra similar a la de las demás acciones delictivas dolosas.
La corrupción relativa al sector público (pues por supuesto la hay también privada), no conoce de colores partidistas, aunque hay que decir, —agrego yo—, que en algunos de ellos es parte de su cultura fundacional. En los gobiernos, la corrupción tiene varias caras, como el soborno, la licitación amañada, el conflicto de intereses, el tráfico de influencias, las facturas con sobreprecio y el desvío de recursos. La intolerancia de la sociedad mexicana a la corrupción afortunadamente ha ido creciendo en los últimos años, lo mismo que la atención que a la misma destinan los medios impresos. Una prueba de esto último, nos dice Casar con cifras de Infolatina, es que en 1996 la palabra corrupción mereció 501 menciones en la prensa, y para 2014, lo fue en 29,505. Eso supuso que pasara de 14 menciones por día a 81, es decir, un incremento de 5,777%. En un país en que se lee poco, las redes sociales han hecho su parte en términos de denuncia en los últimos años, aunque, dice la autora, su impacto en la frecuencia de la comisión de actos de corrupción, y sobre todo en evitar la impunidad ha sido mínimo. Por esa razón realizó el estudio. Porque necesitamos conocer y entender a la corrupción para poder abatirla, igual que a cualquier enfermedad. El libro es una fotografía de los mexicanos frente a este tema, de cómo nos vemos a nosotros mismos, y de cómo nos ven en el mundo.
Es importante estudiar la corrupción, señala María Amparo Casar, por el efecto tan dañino que tiene en el ánimo nacional, sobre la legitimidad y credibilidad del Estado y sus representantes, y por su efecto pernicioso sobre la democracia, el desempeño de la economía nacional y el bienestar de las familias.
Las leyes mexicanas no ayudan a combatir la corrupción, dice Casar en su estudio. La ley no define ni tipifica bien las conductas de corrupción, y eso deviene en permisividad a los corruptos profesionales para actuar, sea de manera abierta o clandestinamente. El corrupto profesional no deja huellas, y oculta el cuerpo del delito. Para Transparencia Internacional la corrupción se define como "el abuso del poder público para beneficio privado". Pero, ¿qué pasa con la corrupción privada, la cometida en el seno de la sociedad? Para ese tipo de corrupción la autora nos ofrece otra definición: "El desvío del criterio que debe orientar la conducta de un tomador de decisiones a cambio de una recompensa o de una persona en relación a sus obligaciones como ciudadano". Si definir la corrupción es complicado, medirla lo es aún más, dado la dificultad por acceder a datos ciertos y confiables sobre su incidencia. Por eso los estudiosos del tema la han investigado creando indicadores que se basan en metodologías alternativas, la mayoría de ellas sustentadas en encuestas de percepción: sobre su extensión y frecuencia, sobre la participación o exposición a ella, y sobre actitudes y valores frente a la corrupción propia o la de de terceros.
En el texto, la Dra. Casar agrega indicadores detallados sobre el lugar que ocupa México ante el flagelo de la corrupción, tanto en la percepción interna, como en el contexto internacional. Aquí sólo les comparto un par de ellos, que son creo yo, los más impactantes. Comenzamos con el aspecto internacional.
¿EN DÓNDE SE UBICA MÉXICO A NIVEL GLOBAL EN MATERIA DE CORRUPCIÓN?
En el mundo, somos percibidos como uno de los países más corruptos, incluso frente a países con los que compartimos historia, ubicación y cultura. Para Transparencia Internacional en su medición de 2014, tenemos que en un rango del 0 al 100, en donde 0 es altamente corrupto y 100 impoluto, México se encuentra en un nivel de 0-10. Los países menos corruptos son como podemos ver, los nórdicos, Canadá, Australia y algunos de Europa central. En Latinoamérica, los mejores librados son Chile y Costa Rica. Malas noticias en este indicador general.
A nivel regional, específicamente dentro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (la OCDE), también con cifras de Transparencia Internacional, ocupamos el lugar 34 de 34 países, o sea, somos de plano el país más corrupto. Dentro del G20 por otra parte, ocupamos un lugar antes del antepenúltimo de la lista, pero sólo un puntito nos separa de las posiciones antepenúltima y penúltima. En el caso del último lugar, la corrupta Rusia de Putin, está se encuentra un poco —no mucho— peor. En cambio, si México fuera parte de los BRICS, estaría en penúltimo lugar de seis países, sólo superado de nuevo por Rusia, pero por debajo de China y hasta de Brasil. En América Latina, siguiendo con la misma fuente, sólo somos "menos corruptos" que la Venezuela chavista-madurista. Gran halago.
¿Y hacia adentro del país?
MÉXICO VISTO POR LOS PROPIOS MEXICANOS
Los mexicanos consideran (consideramos) en un 52% que nuestro país es más corrupto durante la Administración Peña Nieto, que hace dos años, es decir, empeoró. La corrupción es ya según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el tercer problema más señalado como el que más aqueja a nuestro país (48%), sólo superado como es natural, por la inseguridad (70%) y el desempleo, que casi lo empata (51%). A nivel de instituciones, según el Barómetro Global de Corrupción de Transparencia Internacional, los partidos políticos son las instituciones más corruptas de México según los propios mexicanos (algo con lo que concuerdo), con 91% de menciones, seguidos por la policía (90%), los servidores públicos (87%), y el Poder legislativo (83%).
A nivel de las entidades federativas, conforme a cifras de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental, del mismo INEGI, las entidades más corruptas son, en ese orden, el Distrito Federal, Jalisco y Michoacán. Mientras que los tres estados más transparentes y honestas son también en orden descendente, Querétaro, Yucatán y Aguascalientes (me constan personalmente los últimos dos casos).
A nivel privado, según la Encuesta para Mejora Regulatoria, Gobernabilidad y Buen Gobierno en los Principales Municipios de México (2014), los trámites que más corrupción generan en la relación ciudadano-gobernante (por ser los más jugosos para los gobernante corruptos) son entre otros, el otorgamiento de licencias de funcionamiento para negocios (sea para operar o para renovar), el de usos de suelo, y la tramitación de servicios públicos (entre ellos el arreglo de calles y el uso de la vía pública).
Las cifras de corrupción son alarmantes en términos de viabilidad para el desarrollo económico de nuestro país, y de la calidad de vida para los ciudadanos. Según el Banco Mundial y Forbes (2014), cuyas fuentes cita la autora, la corrupción cuesta a México el 9% de su PIB y el 80% de su recaudación de impuestos al año. Representa en términos de sanciones no aplicadas a servidores públicos corruptos cerca de 86 mil millones de pesos en ese mismo período, conforme a cifras de la Auditoría Superior de la Federación. La corrupción es también el más injusto de los impuestos, pues significa en promedio y conforme al Índice Nacional de Corrupción y Buen Gobierno de Transparencia Mexicana (2010) que las familias destinan en promedio el 14% de su ingreso al año, aunque en familias que viven con salario mínimo les significa un escandaloso 33%.
Más adelante, María Amparo Casar, esboza un análisis del contenido de nuestras leyes en materia de corrupción, así como de los principales esfuerzos institucionales que se han puesto en práctica para combatirla, sobre todo a partir de 1982. También analiza la estructura y posibles alcances del Sistema Nacional Anticorrupción, constituido legalmente en 2015.
La corrupción es un problema muy complejo de superar, nos dice Casar, pues alcanza el carácter de norma social: de una creencia compartida de que usar el cargo público para beneficiarse a sí mismo, a los familiares o a los amigos es un comportamiento generalizado, esperado y tolerado, de una conducta individual. Y que aunque para quienes la cometen suponga un beneficio inmediato, a la larga quien sale perjudicado es el país, y con ello, terminan siendo afectados los propios corruptos. Por eso es importante convencer a la gente de que es más rentable para todos combatirla que tolerarla. Enfrentar la corrupción es una tarea nada sencilla, pero como demuestra la experiencia internacional con otros países, sí es posible. Como señala Casar, ahí está el caso de Brasil, que a pesar de continuar teniendo casos graves de corrupción gubernamental, como país avanzó 11 lugares en el ranking de Transparencia Internacional entre 2008 y 2014. En ese mismo periodo México descendió en cambio, 31 peldaños. El caso de Singapur, es el más exitoso a nivel mundial, y hoy coloca a ese país, otrora uno de los más corruptos, en el lugar 7 de 175 países analizados por Transparencia Internacional (recordemos que a menor número, menos corrupto), y por décimo año consecutivo Singapur es también el país menos corrupto, según el Political Economic & Risk Consultancy (PERC).
Concluye María Amparo Casar con propuestas específicas para abatir la corrupción, estigma nacional que tiene tres dimensiones: una personal o individual, una institucional y una cultural. Esas propuestas son enfocadas desde distintos ángulos. En el ángulo económico, propone colocar la lucha contra la corrupción como prioridad en la agenda pública; como una estrategia para lograr el crecimiento económico y la competitividad. Desde el ángulo político, plantea incentivar el mérito del esfuerzo personal por encima del influyentismo. Desde el administrativo, sugiere buscar claridad y predictibilidad en las reglas, así como confianza en la actuación del gobierno. Desde el judicial, considera que debe haber una aplicación de la ley sin distingos. Y desde el ángulo programático, dice que debe considerarse a la corrupción como un objetivo a largo plazo, y no sólo como política de un gobierno.
México; Anatomía de la Corrupción es un estupendo trabajo, que se inserta en el esfuerzo creciente de la sociedad mexicana por abordar el problema que más nos impide ser un país más próspero, pero que también le impide a muchísimas personas el ser ciudadanos honorables y de bien: la corrupción.
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