Como saben, cada año al empezar enero suelo recomendar a todos ustedes, que amablemente me leen, una lista con los mejores libros que leí durante el recién concluido. Así lo hice en mi entrada anterior. Pero en esta ocasión decidí que no me podía esperar un año entero para sugerirles un libro adicional, por cuenta de la casa. Más aún porque lo empecé a leer este mismo mes, y lo devoré en apenas un par de días. Así que aquí me tienen de vuelta, para proponerles una novela que les arrancará una sonrisa de oreja a oreja. Se trata de El abuelo que saltó por la ventana y se largó, del escritor sueco Jonas Jonasson.
Toda reseña sobre un libro que se quiere recomendar debe cumplir a mi entender, con tres características: debe ser en esencia breve, despertar en el público las ganas de leerlo, y finalmente, debe contar la trama de manera general, pero sin develar nunca "la carnita", ni mucho menos el final, pues entonces se anularía el factor sorpresa, además de que le haríamos un flaco favor al autor. Como les consta, así son mis reseñas. Tengan la seguridad de que siempre los dejaré en ascuas y nunca les platicaré el final.
El abuelo que saltó por la ventana y se largó es en efecto una extraordinaria novela policíaca sueca, muy del estilo literario de los escritores de ese país nórdico, afectos a los títulos largos y a las tramas de "unir los puntos", como nos acostumbró por ejemplo Stieg Larsson (autor de la mundialmente famosa saga Millennium, que dio origen a la película La chica del dragón tatuado). Pero en El abuelo, Jonasson lo hace de una manera mucho más sana y entretenida, con una inteligente mezcla de humor negro, acontecimientos históricos, ironía y comedia. Pueden estar seguros de que se reirán mucho con esta genialidad literaria de irreverencia y ternura, que en idioma español ha vendido más de cinco millones de ejemplares en su versión impresa.
El protagonista, es decir el abuelo, es Allan Karlsson, quien un día de mayo de 2005, justo en su cumpleaños número cien, y poco antes de que iniciara el festejo por tan importante acontecimiento, toma la decisión de largarse de la casa de retiro para ancianos en la que vive, y dejar plantados al señor alcalde y a los medios de comunicación que lo esperaban, para lo cual y sin que nadie lo viera, simplemente salta por la ventana del primer piso en que se ubica su cuarto, vestido y arreglado, pero calzando solamente un par de zameadillas (pantuflas), llamadas así porque a cierta edad, orinar más allá de los zapatos es la excepción, pero no la norma.
Así sin más y caminando, Allan logra llegar a la cercana central de autobuses, compra un boleto para la salida más próxima que sería en tres minutos, y justo en ese momento comienza la aventura, pues un delincuente maleducado ansioso de entrar al retrete, pero cuya enorme maleta no cabe junto con él, se la deja encargada un momento al indefenso anciano, sin reparar en los planes que éste tenía. Justo en el momento en que el vago cierra la puerta del sanitario, arriba al andén el autobús de Allan, y éste consciente de que el sujeto continúa encerrado atendiendo su emergencia sanitaria, pero sobre todo sabedor de que es un patán que le cayó mal, no duda en abordar el camión junto con la inmensa maleta de rueditas. Minutos después de que el autobús de Allan ya partió, el sujeto, que en efecto es miembro de una banda de delincuentes emerge de su urgente imprevisto y se da cuenta que el viejo y la importante maleta han desaparecido. Desde ese instante, les será difícil alejarse mucho tiempo de la novela de Jonasson.
El abuelo pronto tendrá tras de sí y de manera independiente a la policía, que busca a un anciano que parece haber sido secuestrado sin dejar rastro justo el día de su centenario, y a una pandilla de bribones, ansiosos por recuperar una maleta, dentro de la cual hay cincuenta millones de coronas suecas mal habidas, algo que Allan desconocía.
En su peregrinar, Allan se da cuenta de la enorme ventaja que supondrá esa millonada para un viejo como él, afecto al aguardiente y a pasarla bien. Y en ese trayecto conoce a diversos personajes que se vuelven sus cómplices y amigos, junto con los cuales parece salir airoso de todas las situaciones difíciles que se le presentan, incluido el lidiar con cadáveres que nadie más ha visto antes ni después, salvo Allan Karlsson y su camarilla.
Y si creyeron que la trama de la novela de Jonasson se reduce a un juego del gato y el ratón, debo decirles que eso apenas aporta la mitad de emociones, pues la historia es mezclada e intercalada continuamente con las más divertidas anécdotas vividas por Allan Karlsson desde 1905 —el año en que nació—, y el presente. En todas esas décadas y cual si se tratara de un Forrest Gump sueco, el simpático abuelo es protagonista de varios sucesos clave del siglo XX, siempre de manera fortuita y sin proponérselo, y siempre como producto de sus conocimientos en materia de explosivos. Eso fue lo que lo llevó a conocer al lado de personajes tan diferentes como el General Francisco Franco, el presidente Harry Truman ó el dictador José Stalin, con los cuales se emborrachó y compartió anécdotas. También fue la buena fortuna la que le permitió al abuelo ser figura clave en la invención de la bomba atómica, y convivir con De Gaulle, Churchill o Mao, entre muchos otros personajes del mundo de la política y la ciencia. Todo lo cual al paso de muchos años concluye con un viejo que una vez más y sin proponérselo, termina en una casa de retiro para ancianos... pero sólo por un tiempo.
El abuelo que saltó por la ventana y se largó es una magnífica opción de lectura, ágil y ligera que les alegrará los días que tarden en leerla, y que seguramente serán muy pocos.-
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f / ArmandoRodriguezC
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