—Si le hubiera hecho caso a mi esposa, no estaría yo aquí —exclamó con pesar el General Miguel Miramón, en la celda del emperador Maximiliano, a la que acudió para despedirse de él. En pocos minutos ambos serían enviados al Cerro de las Campanas, para ser pasados por las armas.
—Mi querido Miramón —respondió el emperador con amargura, mientras colocaba la mano en el hombro de su General más valioso—, yo estoy aquí precisamente por haberle hecho caso a la mía.
Esta escena hipotética, aparecida en la telenovela histórica El vuelo del Águila (1996), aborda la ironía dramática vivida por los dos famosos prisioneros, a punto de morir: uno de ellos reconociendo que su esposa, Conchita Lombardo, le había sugerido huir de ese triste final, mientras que la mujer del otro, la emperatriz Carlota, lo presionó y convenció para venir a México, y ahora era demasiado tarde para impedir el conocido desenlace.
Hace un par de días se cumplió siglo y medio de la muerte del General Miguel Miramón y Tarelo. El 19 de junio de 1867, acompañando al emperador Maximiliano y al tambien General Tomás Mejía, Miramón fue fusilado por órdenes de Benito Juárez, quien les negó a los tres clemencia e indulto, a pesar de ser uno de ellos Jefe de Estado (así fuera de facto), y los otros dos militares de carrera, lo que conforme a los protocolos para los prisioneros de guerra de esa época, obligaba a los vencedores a tratarlos con honor, y no como vulgares delincuentes. Un comportamiento deshonroso el de los vencedores republicanos. Las "3 M" del Cerro de las Campanas (Maximiliano, Miramón y Mejía), son una página negra de nuestra historia.
Y desde esa fecha y hasta hoy, la historiografía construida por el liberalismo juarista y magnificada a partir del siglo XX por el PRI, ha colocado a Miramón en los libros de historia como un villano; como un traidor. Nada más alejado de la realidad. Incluso el mismo Miramón, al expresar sus últimas palabras, denunció esa injusta acusación, de frente a sus verdugos:
"Mexicanos: en el Consejo, mis defensores quisieron salvar mi vida. Aquí pronto a perderla, y cuando voy a comparecer delante de Dios, protesto contra la mancha de traidor que se ha querido arrojarme para cubrir mi sacrificio. Muero inocente de ese crimen, y perdono a sus autores, esperando que Dios me perdone, y que mis compatriotas aparten tan fea mancha de mis hijos, haciéndome justicia. ¡Viva México!"
Miguel Miramón fue un patriota. Un hombre que amó profundamente a México, como lo demostró desde muy joven. Es el único niño héroe cuya presencia en el Castillo de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847, durante la heroica defensa del castillo, está plenamente documentada. Es el 7° Niño Héroe, censurado por los libros de texto gratuito (como tantos otros héroes del conservadurismo mexicano), pero que con apenas 15 años de edad y como cadete del Colegio Militar, tomó las armas, para defender a su país de la injusta invasión yanqui. Incluso salió herido de esa gesta en Chapultepec.
Como presidente, el Joven Macabeo comprendió que atrás del anti catolicismo liberal, estaba Estados Unidos, primer beneficiario de la división de los mexicanos, para imponerle al país sus intereses y su estilo de vida. Miramón lo había vivido en carne propia, en el 47. Por ese otro motivo, se enfrentó a los liberales, afectos al coloso del Norte, y con quienes habían firmado el ignominioso Tratado McLane-Ocampo, por el cual hipotecaron nuestra dignidad nacional a cambio de armas, apoyo militar y reconocimiento diplomático al gobierno juarista. Gracias a ese polémico tratado, Juárez y los liberales fueron rescatados en Veracruz por los estadounidenses, cuando estaban a punto de ser derrotados por Miramón. Y en un giro de los acontecimientos, el liberalismo se alzó con la victoria en la Guerra de Reforma.
En 1861, como en nuestros días, la monarquía gozaba de popularidad en el mundo como forma de gobierno. Entonces como ahora, era la forma de gobierno predilecta de los países más desarrollados de Europa, igual que de Japón. En esa época además, era común que los países fueran gobernados por monarcas que no siempre tenían una cuna nacional, sino que a veces eran extranjeros. En Europa eso era usual. En el cono sur de América por ejemplo, Brasil, país independiente desde 1822, acogió como forma de gobierno a la monarquía durante casi todo el siglo XIX y fue gobernado por la misma familia reinante en Portugal, la Casa de Braganza. En el México decimonónico no se asociaba tampoco el origen sanguíneo del gobernante al grado de soberanía de un país. Tan es así, que el cura Don Miguel Hidalgo, padre de la Patria, defendió hasta el final de sus días el derecho de Fernando VII (rey Borbón español) para gobernar a la Nueva España.
Por todas esas razones, fue lógico y perfectamente normal que los conservadores buscaran un gobierno monárquico de origen europeo que condujera al país hacia la paz y el progreso, que pusiera un hasta aquí al injerencismo norteamericano y que le devolviera a México lo mejor de sus tradiciones, comenzando con el respeto a las creencias religiosas de prácticamente la totalidad de los mexicanos (incluidos los liberales). Esa fue la postura asumida por el Partido Conservador. Y si bien Miramón no participó activamente en el proceso que culminó con la llegada a México de Maximiliano, príncipe católico de la Casa de Habsburgo, lo apoyó una vez en el poder, pensando que era lo mejor para nuestro país. En eso también fue congruente Miramón con sus ideales, mostrados desde su más temprana adolescencia.
De nueva cuenta y al igual que en 1861, Miramón no fue derrotado en 1867 por los liberales, sino por los norteamericanos, que apoyaron a Juárez en cuanto culminaron su Guerra Civil, dos años antes. Y acorde con su profundo sentido del honor y de la lealtad, se negó a abandonar al emperador en Querétaro, y decidió correr su misma suerte, aún pudiendo haber huido, desde antes de la toma de la ciudad, por los liberales, al mando de Mariano Escobedo.
Miguel Miramón fue un patriota, que perdió dos guerras, pero mantuvo impolutos su honor de militar, sus convicciones religiosas, su lealtad personal y su amor a México. Es momento de reivindicarlo ante las nuevas generaciones como el gran mexicano que fue.
Excelente relato historico, gran personaje ex presidente y ex heroe Mexicano
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